Blog: Lecturas desordenadas El “Yo acuso” de Juan Álvarez

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Por: Víctor Ogliastri Posso, director CyC Radio

Leí hace poco, el nuevo libro de Juan Álvarez: Recuperar tu nombre (Alfaguara 2024), en donde cuenta o da cuenta de dos delitos contra la administración publica y por los cuales su padre, fue despojado de la libertad y enviado a la cárcel en detención preventiva, debido a interpretaciones tomadas al vuelo de llamadas telefónicas que realizaron las autoridades (las intervenciones e interpretaciones), las mismas que finalmente, tomaron una determinación por más errada que estuviera, simplemente para mostrar resultados ante los medios y la opinión pública, pasando y vulnerando los mínimos sentidos de respeto que se debe tener con cualquiera.

Pero, no voy a hablar del libro y no soy el llamado a hacer una crítica de este. Para eso, hay expertos y los lectores finalmente, son los convocados a pensar sobre lo que Juan escribe y describe y que es algo que nos está sucediendo como sociedad, con instituciones carcomidas por la impunidad y el criterio con que son manejadas por unos pocos. Y de los medios de comunicación… mejor no hablemos. Saquen sus propias conclusiones.

Más bien, quiero contarles lo que sentí cuando leí Recuperar tu nombre. Primero, me solidaricé con el amigo y traté de acercarme a esa lucha interna que tuvo durante todo el proceso de la escritura del libro. Es más, cuando ni siquiera tenía la claridad de que eso que le estaba carcomiendo internamente, fuera a terminar en esas 392 páginas en las que deja conocer varias de sus facetas.

Y digo que facetas, porque en este escrito nos encontramos al Juan hijo, al Juan hermano, al Juan amigo, al Juan periodista/investigador, al Juan solidario y al Juan escritor, tal vez la faceta que más conocemos de él. Los otros Juanes que nos ha dejado conocer Juan a través de su extenso monólogo (llevando la narración al registro teatral), son igual de interesantes.

Segundo, le aplaudo el coraje que tuvo al escribir este libro y que tiene ahora, cuando ya publicado, le tocará ponerle pecho a la presión con que lo van a querer aminorar y empequeñecer, simplemente para que su voz se pierda y sus denuncias naufraguen y terminen en la nada, en ese extraño mundo al que nos tienen acostumbrados, los actores de siempre. Los mismos con las mismas.

Decía en el título del blog o hacía referencia al Yo acuso de Juan Álvarez, porque lo primero que se me vino en mente cuando comencé a leer su libro, fue el famoso manifiesto escrito por Émile Zola y que lo plasmó como una carta abierta dirigida al presidente de Francia. Pues es que este libro también es una carta abierta, dirigida a todos aquellos que quieren escuchar. Que se preocupan por conocer la verdad detrás de los enredos y zancadillas que aparecen dentro de la terminología que manejan abogados, fiscales, tinterillos y demás habitantes de ese extraño, caótico y sucio submundo que han construido para alejar al individuo de la verdad y más bien llevarle como a coger miedo de todo lo que se tramita y trafica dentro de sus paredes.

¿Hay también mucho de Kafka en este relato? Claro que sí y ahí es cuando comienzo a divagar en la manera en que Juan Álvarez escribió este libro, porque cuando se lee, se lee muy medido, muy asentado, muy coherente… pero para llegar a esto, las que debió pasar Juan Álvarez el escritor, no debieron ser muy fáciles.

¿Cómo comprender primero lo que estaba pasando? ¿Cómo encontrarle la lógica a algo que desde el principio no la tuvo?

Veo al Juan Álvarez cuando se decidió a escribir esto, y lo veo como alguien que asumió el reto de contar lo incontable. De ponerle lógica a lo ilógico y hacer que su caso personal, se convirtiera en algo tan universal, que nos tocara a todos, porque palabras más, palabras menos, lo que en estas páginas nos cuentan, nos está diciendo que esto en cualquier momento, nos puede suceder a nosotros.

Pero para escribir todo esto de manera tan sosegada, la rabia, el inconformismo, la adrenalina, el pegarse contra el mundo, el grito lastimero de impotencia y muchas otras cosas, debieron ser la base con la que se construyó este texto. Me imagino el caos de las libretas en las que iba anotando Juan todo lo que encontraba, todo lo que pensaba, todo lo que le contaban. Las páginas rasgadas por trazar líneas fuertemente con el lapicero. Las tachaduras. Los borrones, las enmendaduras. La palabras resaltadas. Los pedacitos de anotaciones escritas en otros papeles y que había que adherir en esta página de esta libreta y no en esta otra página de esta otra libreta. Las grabaciones. El escuchar una y otra vez, en una repetidera que en ocasiones seguramente se asemejaba a un mantra, un trozo de una conversación que no se entendía o que no se creía. El hablar por un teléfono sospechosamente intervenido o chuzado que llaman, para recopilar más datos que irían a engrosar esas libretas. Y luego, y después del caos informativo de aquí y de allá, sentarse a ponerle orden en una, dos, tres, diez, cien versiones, hasta lograr lo que nos llegó a las manos.

Gracias Juan Álvarez, por la temeraria voluntad de contar las cosas sin tapujos. Por la amistad. Por ese abrazo fuerte que nos dimos cuando ya el libro había sido publicado. Por tratar de seguir una vida normal, mientras el caos acechaba por todos los flancos. Por el temple, porque había que hacerlo, así muchos juren y busquen venganza y como estamos en donde estamos, puede ser de cualquier tipo.

Gracias Juan Álvarez. Ahora sí, después de esto, estaremos leyendo sus nuevas novelas y cuentos. Escuchando los podcasts a los que tanto se aficionó el escritor. A seguir disfrutando de su palabra libre, tal y como nos llegó, en este Recuperar tu nombre.

Nota. Como este blog de Lecturas desordenadas pretende ser eso y nada más, un blog en el que se pueda dar rienda suelta a contar de lo leído y que le ha llamado la atención a quien lo escribe, el próximo (que iba a ser el primero, pero se nos atravesó lo ineludible) lo dedicaremos a El teatro de los sueños de la reconocida escritora inglesa Polly Samson y quien además de ser escritora y de las buenas, es la culpable de algunas de las letras que tarareamos de los álbumes de Pink Floyd (estoy pensando en The Division Bell) después de lo acontecido entre los miembros de la agrupación y Roger Waters, pues ella es, además, la esposa de David Gilmour, el guitarrista de la banda, y la otra parte visible de esa separación que tantos titulares y ampollas levantó y tanta plata le hizo ganar a los bufetes de abogados, que como siempre, son los únicos que salen gananciosos. Y nos queremos detener en este libro, porque nos habla de un verano en la isla griega de Hidra, donde un grupo de poetas, artistas, músicos, y escritores en los años sesenta del siglo pasado, nos dejan entrever apartes de la revolución cultural, de la política, de lo sexual y de lo artístico que se estaba gestando y aprovecha para presentarnos a un joven e inocente poeta canadiense llamado Leonard Cohen…